Hizo falta una pandemia para que yo volviera a escribir sobre moda. Honestamente, pensé que nunca más iba a volver a hacerlo, al menos no en este espacio, pero aquí estoy, después de casi un año de haberlo dejado y dado este capítulo por cerrado, en gran parte porque soy piscis y no cierro nada. Y supongo también que, como con cualquier vicio, reincidir es parte del proceso de abandonar. Si bien hace más de un año dejé de trabajar en esta industria, más de una década viviendo en ella y de ella no se desprenden fácilmente, no del todo. Esos 12 o 13 años, ya ni sé, dejaron secuela en mi vida, en mi armario, en mi biblioteca, en mi hoja de vida, en mi trasegar, en la bio del libro que debía haber salido a finales de abril pero aún no se desconfina y, por supuesto, en mi persona. Cuando comenzó todo era imposible no notar y comentar los cambios, los primeros, los evidentes y como siempre, la moda fue una de las primeras expresiones culturales en dar cuenta del momento histórico que empezá
Esta edición treintañera de Colombiamoda llegó en un momento bien particular para mi; un momento de cambios y cuestionamientos que incluyen, por supuesto, la industria en la que he trabajado desde hace 12 años y por lo general, ni ella ni yo salimos bien libradas de esos cuestionamientos. Y aún así, seguimos en nuestros procesos. De esos 12 años, 12 veces he asistido a la feria; como gerente de marca patrocinadora, como “prensa” de segunda fila cuando no existía la categoría de bloggers que logramos abrir con el tiempo (y aunque sigue siendo categoría de segunda fila algunxs trascendimos la etiqueta y la barrera del sitting), como wgsner, como medio y como Ita. Y en esos 12 años me han pasado un montón de cosas. Cambié y crecí. Conocí a mucha gente (más de la que puede retener mi pobre memoria ram), conocí el lado glamuroso de la moda pero también el lado feo del negocio, y tuve el privilegio de irme alejando de lo que no iba encajando con mi propia evolución y de quedarme con l