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Afanador sin afán (parte 2).

La falta de humildad y el ego desmedido son dos de los males más dañinos que afectan a la humanidad y se evidencian mucho más en industrias como la nuestra. Es precisamente por eso que es tan necesario e impactante recibir lecciones magistrales de humildad de un grande como Ruvén Afanador, que se quedó todo el tiempo necesario después de finalizar su charla para que todos los que estábamos esperando cruzar unas palabras o tomarnos una foto junto a él (entiendan que estos son nuestros rockstars y somos muy groupies), con la mayor paciencia y calma que le haya visto jamás a un personaje de su calibre. Como dijo otra leyenda, "es chévere ser grande pero es más grande ser chévere".


Moraleja por delante, ahora sí continúo con la segunda parte de mis notas sueltas sobre BCapital: la charla, fue un encuentro íntimo con el colombiano más allá del fotógrafo, en un formato sin arandelas, sin front rows y sin VIPs, con muchos estudiantes que terminaron sentándose en el piso, ávidos de testimonio y experiencia. Él, tímido al principio, familiar al final, respondió todo con amabilidad, y una expresión honesta de vulnerabilidad que lo hacía todavía más admirable y querible.

Ruvén y la fotografía.
Dentro de las varias anécdotas que contó en pocas palabras, sin respuestas adornadas ni rimbombantes, sin necesidad de impresionar -porque ya su trabajo se ha hecho cargo-, confesó que comenzó a estudiar economía porque todos en el momento estaban estudiando lo mismo, pero tan pronto notó que no era lo suyo, migró a otros campos hasta que, cuando quiso ser escultor y tuvo que tomar una clase de fotografía que no quería tomar, supo que había encontrado eso que lo hacía vibrar y se dedicó a ello.

La inocencia. 
También contó, con especial ternura, que durante su búsqueda de trabajo como asistente de fotografía en NY nadie le contrataba por falta de experiencia hasta que la directora de una casa de modelos, tras ver asombrada su portafolio le recomendó que fuera a Milán o Paris. 30 días después, sin hablar el idioma, sin conocer a nadie y sin dinero, se fue y confesó que los primeros 4 meses fueron de absoluta soledad :'(

El colombiano.
En esos meses de soledad, lejos de todo lo conocido y lo familiar, cuenta que los libros de Gabo fueron su "rescate" -no extraña pues que se refiera a él como "su héroe"-; fue entonces cuando comenzó a obsesionarse con un sueño que habría de cumplir unos años más tarde: retratar al escritor; lo hizo en México, en el patio de la casa de García Márquez, con una ligera lluvia que le hacía resbalar constantemente (en ese punto, Ruvén era el todero en sus sesiones), problema que Gabo sabiamente resolvió diciéndole "acuérdate que uno no se resbala con los pies, sino con la mente". Esta anécdota y la que destaca como una sensación sobrehumana el olor de la guanábana que estaban partiendo en casa de su tío en Bucaramanga, 18 años después cuando vuelve a Colombia, sumado al comentario que me hace Edward, su acompañante de viaje, revelando que todavía desayuna arepas en NY hechas por su mamá, hacen que, casi por reflejo, ubique a Ruvén como una pieza más en mi imaginario del nuevo realismo mágico 

La belleza.
En medio del conversatorio hubo espacio para enviar preguntas vía whatsapp; yo pregunté por su definición de la belleza y él respondió diciendo que reacciona mucho mejor a todo aquello que se aleja del estereotipo usual de belleza, que no le atrae la perfección, sino el misterio de los otros. Esto se evidencia a lo largo de su obra, pero todavía más en Ángel Gitano, en la belleza flamenca, en las emociones femeninas llevada a una versión masculina, en los personajes que decidió retratar en Colombia la noche anterior y en él mismo, un misterio bello que se develó parcialmente en una charla amena e inspiradora, sumando al performance del jueves y muchos puntos a BCapital.

Foto por mi amigo Zico Rodríguez para FotoDesign Bogotá.

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