La moda es cambio constante, eso lo tenemos claro, pero desde hace varios meses hay transformaciones de fondo gestándose al interior de esta industria; el consumidor de moda está cambiando, las condiciones de los mercados están cambiando, las temporadas están cambiando, los tiempos de presentar y vender las colecciones están cambiando y la manera de comunicar esas colecciones, por supuesto, también está cambiando. Las redes sociales, el acceso en tiempo real a las semanas de la moda han logrado saturar a muchos de los que seguimos -por trabajo o por placer- esas pasarelas; diseñar una colección bella y pertinente y exhibirla en condiciones perfectas ya no garantiza nada. Urge cada vez más que esas colecciones cuenten historias y que esas historias emocionen y logren conectarse con las audiencias a niveles más allá de lo estético y eso, precisamente, lograron 4 pasarelas del Bogotá Fashion Week: el Rouge de Lina Cantillo, los baúles de Luisa Francisca y Antonio de Juan Pablo Socarrás, los juegos prohibidos de Faride Ramos y la Síntesis de Adriana Santacruz.
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Foto por Cámara Lúcida. |
Las 4 colecciones, alineadas con las macrotendencias globales que hablan de un gran encuentro de culturas, de una nueva naturaleza humana que regresa al poder del instinto visceral, emocional y creativo y de la memoria como herramienta creativa. Faride y Juan Pablo contaron historias desde la nostalgia (dos nostalgias diferentes de las que hablaré más adelante), Lina lo hizo desde un discurso genderless sartorial y Adriana, desde la conciencia del pasado. Hay mucha tela por cortar aquí, así que vamos a dividir esto en varios posts, y comenzamos con Adriana Santacruz: la identidad.
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Foto por Cámara Lúcida. |
Adriana pone en el ojo de todos una nueva fuente de inspiración local, más allá de los referentes obvios que habitan el imaginario colectivo del folklore colombiano; redescubre un Nariño alegre, místico y majestuoso y redirecciona las técnicas artesanales con diseños contemporáneos hacia una viajera multicultural con prendas fluidas y cadenciosas en algodón, lana y paños tejidos artesanalmente honrando oficios ancestrales, bordadas a mano con técnica de cadeneta y punto atrás por mujeres indígenas. Los abrigos, capas y faldas de silueta amplia evocan unidad tribal en una paleta de carnaval que comienza con tonos primarios, pasa a los magentas, naranjas, verdes y se fusiona con blancos y negros. Pero esta vez hubo un elemento disruptivo en la calma y sobriedad que suele acompañar a las pasarelas de las semanas de la moda colombianas; un elemento que se complementaba con cada hilo de esta historia, con la sangre y tierra de esa misma inspiración que Adriana imprime en cada una de sus piezas y despertó fibras insospechadas entre los asistentes a este desfile: la música en vivo de una murga carnavalera, mezclando los ritmos tradicionales nariñenses con las composiciones actuales del cantautor de la misma tierra, Lucio Feuillet (¿les suena familiar?).
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Foto por The Spoon Photography "La cara de ponqué de Nel resume mejor que nada esta pasarela". |
Video registro de la murga por Camilo López (Teátrico Foto) y tomas de la pasarela por colombianfashion.com
Wow! Gracias por hablar en detalle y con palabras tan precisas sobre lo que hace Adriana Santacruz. Se resalta no solo el talento de Nariño sino también se comprende la multiculturalidad de Colombia.
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